jueves, diciembre 02, 2004

Investigación / La obra de Juan Copello y Luis Petriconi, "Estudios sobre la independencia económica del Perú" (1876)

Por Idel Vexler Tello
Mayo del 2004

INTRODUCCIÓN

Para conocer el legado de los italianos Juan Copello y Luis Petriconi, es necesario saber su origen y los medios que motivaron su presencia en el Perú. Para ello Giovanni Bonfiglio nos da algunos datos, sobre la llegada de un contingente de italianos al Perú, en gran número a mediados del siglo XIX. Motivados por el comercio ultramarino, cuyas condiciones eran muy favorables en Sudamérica, y en especial el Perú.

Sobre la biografía de Juan Copello, se conoce, que tuvo una activa participación en la salud pública de Lima, desarrollando innumerables obras contra la enfermedades pulmonares y la ciencia en general. No se ha logrado conocer, las razones de su muerte; al igual que Petriconi, cuyo único dato, nos remite a una hacienda en Ucayali. El diario El Callao, de 1885, remite una acta de defunción donde se muestra a un Juan B. Capello, que habría muerto durante la ocupación chilena de Lima. Esto no sería significativo, sino dijéramos que el segundo nombre de Copello es Bautista. El libro de Salomón Herrada “Historia de inmigrantes y el problema de la inmigración italiana en el Perú (1855 – 1890)”, señala que el mismo diario copió textualmente esta acta de defunción, haciendo constar que cualquier error, corresponderá a los que desarrollaron tal testimonial.

A pesar de ello, la obra de Copello y Petriconi, se centra el valor que se da a las importaciones europeas sobre las exportaciones peruanas, teniendo como base la ingente cantidad de recursos naturales que no son aprovechados, y cuya producción daría amplios beneficios al Estado, y por ende a la industria nacional. La cual desarrollaría una variedad de productos de exportación superiores en calidad, a los extranjeros. Pone énfasis, en la necesidad de un Estado activo, que proteja legalmente y arancelariamente nuestros productos; de esta forma, mejorarán los productos exportados, la competencia no será tan desigual, los beneficios económicos tocarán todos los sectores sociales, y de esta manera, se logrará no sólo una independencia económica, sino también política. Todo estos planteamientos, bajo nuestra realidad y sus errores políticos y económicos.

Para tratar de dar un contrapeso a la obra de Copello y Petriconi, Paul Gootemberg muestra los orígenes ideológicos en economía de ambos autores; su cercanía con las ideas civilistas, específicamente con Pardo; la falta de un enfoque, mucho mayor sobre las carencias laborales de la mano de obra; por mencionar algunas referencias.

Pero la obra de estos dos visionarios italianos, sirve para mostrar que las posibilidades de crecimiento económico, se plantearon no sólo con estos personajes, sino desde mucho antes; pero las coyunturas y revueltas políticas, desvían los programas que quizás habrían dado un nuevo aspecto político, económico y social a nuestro país.




1) LA PRESENCIA ITALIANA EN EL PERÚ, UNA RETROSPECTIVA HISTÓRICA


AUTOR: GIOVANNI BONFIGLIO


Este artículo presenta el resultado, de un estudio sobre la inmigración italiana desde el siglo XVI hasta el año 1997. Dicho artículo se publicó en la fundación “Giovanni Agneli”, con el título “Italianos en la sociedad peruana”.

Siglo XVI – XVIII

En todos los países de América del Sur fue clara la presencia de la colonización española, y la presencia reducida de la italiana en el XVI. Esta pequeña presencia era expresión de la alianza entre España y algún estado italiano de la época (Ducado de Milán, Reino de Nápoles y República de Génova). Muchos genoveses trabajaron en los puertos españoles de Cádiz y Sevilla, formándose grupos de comerciantes y marinos con permiso especial del gobierno español. Dándoles la posibilidad de desembarcar en las colonias españolas en América, en cuanto favorezcan al estado ibérico.
Durante el mismo siglo, muchos italianos formaron parte de la armada española, como el caso de Gian Battista Pastene, genovés que combatió en las guerras civiles peruanas entre 1545 y 1548, además de su paso por Valparaíso y Santiago. Numerosos marinos y capitanes genoveses, con el tiempo se convirtieron en expertos navegantes en beneficio de la corona española.
En el siglo XVII y XVIII, la prohibición de inmigrantes a las colonias españolas fue rígida, a pesar de ello continuaron arribando italianos de cualquier forma, muchos de manera clandestina. Para esta época no sólo arribaron al Perú comerciantes y marinos, también numerosos religiosos y muchos representantes italianos de la corte española. Este fue el caso de Niccola Caracciolo, noble napolitano que formó parte de la corte española, arribando al Perú con un séquito de sirvientes y artistas italianos (1716 – 1719). Fue una notable presencia de artistas y pintores italianos, que trajeron al Perú el arte del renacimiento, fundando diversas escuelas de pintura. Por ello la presencia en el Perú de Bernardo Bitti (1548) y Mateo Pérez de Alessio (1580).
En la segunda mitad del siglo XVIII, con el arribo de los Borbones a la corona española, la presencia italiana y de cualquier extranjero en América fue más tolerada, por que hizo declinar el rígido monopolio comercial español en Sudamérica. Aumentando la presencia de genoveses en los puertos del pacífico meridional. Esta presencia no fue sólo de comerciantes, también de intelectuales, como el médico Federico Bottoni, quien introdujo la teoría de la “circulación de la sanguínea”. En 1790 arribó a Lima el milanés Joseph Rossi, el cual colaboró con un grupo de intelectuales, los cuales crearon la “Sociedad Amantes del País”, sociedad que al inició contó con el apoyo de diversos grupos sociales y por diversos años colaboró en “El Mercurio Peruano”, en donde Rossi bajo el seudónimo de “Hesperiophilo”, reseñó al Perú como su patria. La avanzada ideológica de esta revista fue frenada por la hostilidad de la corona española, quienes no aceptaban las propuestas liberales del iluminismo europeo. Era el año de la conquista napoleónica de España y la respuesta intelectual americana al rígido control español de sus colonias.
Joseph Rossi, dentro de sus artículos, reportó a Alessandro Malaspina, el asesinato de un marino italiano al servicio de España entre 1790 y 1792; Malaspina organizó una expedición científica hacia América para observar las condiciones políticas y sociales de la colonia; el cual de manera secreta, reportó la necesidad de la independencia peruana de España. Criticado por el Primer Ministro español, Malaspina fue encarcelado, sólo liberado durante la invasión napoleónica. En síntesis la presencia italiana durante el siglo XVI y XVII fue indirecta, se gestó bajo migraciones sucesivas, se puede afirmar de un “origen colonial de la presencia italiana en América del Sur”, estos migrantes eran en su mayoría navegantes y comerciantes.

Período 1800 - 1880

Ya desde finales del siglo XVIII el monopolio comercial español en la colonia americana iba decreciendo. Esto favoreció la presencia de comerciantes y marinos de la época, provenientes de la República de Génova. La invasión napoleónica favoreció, no sólo el arribo de prófugos políticos, sino de comerciantes que huían de la crisis económica producida por los franceses en la península italiana.
Con la independencia del Perú, aumento lentamente la presencia de inmigrantes italianos, favorecidos por el naciente gobierno republicano. Su arribo ahora no pasaba por España, venían directamente de Génova al Perú. Arribaron en este período inicial migraciones modernas de distintas características intelectuales y regionales. El comercio fue el mecanismo, que siguió incentivando la migración de Génova al Perú.
El mayor número de inmigrantes se dio entre 1840 y 1880, durante el cual, migraciones italianas de la región noroccidental (Reino de Cerdeña) específicamente de Liguria llegaron al Perú. No era un flujo migratorio masivo. Los factores eran siempre económicos o demográficos, los comerciantes ligurianos encontraban más libertades y mejores condiciones económicas en el Perú que en su propia región. La mayor parte de migrantes eran marinos desertores, que buscaban hacer negocios mercantiles en América. En el Perú se desarrollaba la exportación del guano, a través del litoral peruano.
Estos marinos, provenían de la rivera de Liguria, en particular del círculo de Chiavari, a partir de 1850 comenzó a arribar un grupo semi rural, que se hallaba sometido a la precaria economía agrícola de la Liguria del ochocientos. Estos últimos constituían la última clase social, de la inmigración italiana.
En 1857 eran 3142 italianos en Lima, en 1876 llegaron a diez mil migrantes. Constituida por emprendedores comerciantes, buscaron un mercado moderno que les diera independencia comercial en sus transacciones. Esto generó su asentamiento migratorio no sólo en el Perú, sino también en el Atlántico (Argentina, Uruguay y Brasil). La poca tierra en la costa los condujo a los andes, donde se encontraron con población indígena, la cual trabajaron como mano operadora, de los latifundistas italianos.
Hay que considerar que la migración italiana llegó al Perú, cuando todavía no se había construido el canal de Panamá (1906). Influyeron en el proceso económico del Perú de la época. Comerciantes, agricultores y garzones, constituyeron una élite económica y dirigencial, muchos pasaron de capitanes de mar a capitanes de empresa. Como Giuseppe Canevaro (1803 – 1875), quien acumuló un gran capital dedicándose al comercio marítimo. Su hijo Napoleón fue invitado a estudiar en Italia la carrera de marina, arribando luego con el grado de Almirante y Ministro. Así podríamos seguir mencionando a Denegri, Larco, Figari y Basso, todos originarios de Liguria.
En general la migración italiana durante este período, logró un gran desarrollo económico y social, iniciándose primero como bodegueros, luego ingresaron al mundo del comercio y finalmente convirtiéndose en dueños de tierras.
La motivación comercial del los migrantes italianos, se entre mezcló con una sociedad peruana, en la que predominaba el consumo superfluo y una clase dirigente que vivía de manera aristocrática, cuyo origen era colonial. Los emprendedores italianos se convirtieron en la moderna burguesía peruana, no sólo por el estilo de vida, sino también por la actividad que profesaban.
La ideología predominante del migrante fue el nacionalismo, y la independencia económica y política. Al Perú arribaron muchos prófugos políticos desde 1820, como Giuseppe Caffare de Barge, quien participó con Simón Bolívar en la independencia de Venezuela. Otro grupo llegó al Perú después de la revolución francesa de 1848, como es el caso del milanés Antonio Raimondi quien arribó al Perú en 1850 (1824 – 1890). Laboró en la facultad de medicina de la Universidad de Lima, y se dedicó por muchos años al estudio de la geografía, minería y otras disciplinas. Recorrió todo el Perú y fue uno de los precursores en la elaboración del primer mapa geográfico del Perú.
Otro caso es el médico Emanuele Solari (1808 – 1854), quien enseñó en Lima en la facultad de medicina. A diferencia de Raimondi, se dedicó a la política, fue partidario de Giuseppe Garibaldi quien arribó al Perú durante su segundo exilio en 1851. Su llegada se debió por sus contactos comerciales con Denegri. Su presencia convulsionó a sus seguidores en el Perú, que eran varios. La presencia del republicanismo en los italianos fue muy fuerte, al punto que arribó un diplomático de Torino, cuando se embestía en 1864, el nuevo Reino de Italia.
La prensa de Roma, el 20 de setiembre de 1870 festejó a través de muchos artículos, el advenimiento multitudinario de las migraciones italianas al Perú. Otro hecho que se hace notar dentro de la migración italiana, es su cercanía con lo laico; valorada mucho por la dirigente clase peruana de la época. Mucha de la intelectualidad italiana, promovió en el Perú la idea laica y el progreso económico, entre ellos Luigi (Luis) Petriconi, Juan Copello y Emilio Sequi.


Período de 1880 – 1920

Desde 1880 hasta la primera década del siglo XX, se registra un descenso de la presencia italiana, de 10 mil a 6 mil individuos. Esto se dio por la crisis económica de los setenta, que afectaría hasta finales de siglo a los italianos; y la guerra con Chile, la cual destruyó su economía, comercios y sus estructuras productivas.
Otro factor, fue el ingreso de un gran contingente de inmigrantes al Perú, además el mercado peruano era casi inexistente, y con ello las nuevas migraciones quitaron espacio económico a los comerciantes italianos, haciendo que sus negocios decrecieran. A pesar de ello el flujo migratorio continuó hasta la primera guerra mundial.
La crisis se manifestó porque los comercios de montaña y el litoral peruano, fueron desprotegidos por el estado peruano, y tras la crisis de la guerra y las eventualidades de la economía decrecieron. Además comenzaron a notarse en los primeros años de 1900, elementos ideológicos y racistas, que limitaron la presencia de la migración italiana espontánea hacia el Perú. Los años siguientes se siguieron manteniendo en el Perú los herederos de los industriales que migraron décadas antes.
El caso peruano con relación a la migración italiana, es proveniente de una sola región de Italia (Génova), siendo un caso raro si se compara las migraciones itálicas al Brasil y la Argentina. Con el tiempo sólo ingresaban al Perú, personas emprendedoras en industria, dejando de lado cualquier tipo de masa.
La comunicación entre ambos países se registraba entre los migrantes o sobre algunos factores atractivos del país, o algún atentado migratorio contra algún representante de la colonia italiana. El Perú tuvo una preocupación extraña sobre las migraciones, a diferencia de los Estados Unidos y Argentina; el proteccionismo estatal trato de trabar esta expansión económica en benefico del comercio peruano.
Durante todo el siglo XIX, los italianos instalados en el Perú, tuvieron que afrontar una profunda inestabilidad política y social. Esto se trato de aliviar, a través de la creación de “La Sociedad Italiana de Beneficencia de Lima” fundada en 1862, seguida por la compañía de bomberos fundada en 1866, la cual tuvo una gran participación durante el conflicto con España de la misma época.
Después de la guerra con Chile, la economía peruana vive una fuerte represión, a pesar del gran dinamismo del industrial italiano.
Otro hecho que generó la disminución de la presencia italiana en el Perú, entrado el siglo XX, fue la diferenciación cultural; lo que provocó su integración, no sólo a nivel de colectividad, sino también institucionalmente. Además de la beneficencia y la compañía de bomberos, se creó “La Escuela Italiana” (1870), la “Banca Italiana” (1889) y el “Circolo Sportivo” (1917). Pero a pesar de los problemas, siguió la tendencia de invertir en empresa, entre ellos encontramos a Faustino Piaggio, Gio Batta Isola, Gerbolini, Sanguineti, Carbone, etc. La migración italiana realizó un proceso de sedentarización de marinos y armadores de Liguria, que manejaron la maquina a vapor inglesa, para su asentamiento económico e industrial en el Perú.


2. ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS DE LOS AUTORES

Juan Copello, médico italiano, naturalista, filósofo, maestro, etc. Nació en Chiavari en 1839, Italia. Se graduó de doctor en medicina en la Universidad de Génova, llegó al Perú en 1846. Por sugerencia suya, se creó en 1857, la cátedra de Zoonimia en la facultad de Medicina de Lima, siendo profesor de esta cátedra libre hasta 1859. Fue profesor de la cátedra libre de historia crítica de la medicina en 1877, que sólo funcionaría hasta el año siguiente. Fue miembro fundador de la sociedad de medicina de Lima, médico del hospicio de huérfanos desde 1866, y miembro de numerosas sociedades científicas y académicas de Italia. Copello es el iniciador de las transfusiones de sangre en el Perú (1867). Participó en la campaña de fiebre amarilla mientras estuvo en la Beneficencia de Lima, bajo la dirección de Manuel Pardo.
En enero de 1854 se casa con María Rosas Barragán.
En 1872 la Facultad de Medicina de Lima como parte del claustro de San Marcos, emitió un documento oficial de médicos, farmacéuticos, dentistas, feblotómicos y obstetrices con «título legal para ejercer la profesión en el Perú», entre los que podemos mencionar a José Lino Alarco, Celso Bambarén, Martín y Pedro Dulanto, E. Middendorff, Manuel Odriozola, Melitón Porras, Francisco Rosas, José Casimiro Ulloa (médicos); Juan Copello, Gío Batta, Próspero Gree, Juan y Félix Remy, José Seckel, Pablo Teillard (farmacéuticos); entre otros.
Entre sus obras científicas y filosóficas destacan:
· “La transfusión de sangre humana”, considerado como remedio heroico de la anemia idiopática (1865).
· “Memoria sobre la profilaxis de la tisis pulmonar tuberculosa en Lima” (1867).
· “Nuevos estudios sobre la fiebre amarilla” (1870).
· “Estudios de una gravísima pulmonía” (1876).
· “Filosofía medica e historia crítica de la medicina” (1878).
· “De la filosofía vista en relación con las ciencias y las artes” (1880).

Luis Petriconi oriundo de Génova, del círculo de Chiavari; médico de profesión, desarrolló sus críticas al sistema económico del país junto con Copello. Tuvo en Apurímac la hacienda “Patibamba”.


3. ANÁLISIS DE LA OBRA JUAN COPELLO Y LUIS PETRICONI

“ESTUDIOS SOBRE LA INDEPENDENCIA ECONÓMICA DEL PERÚ” (1876)

Publicaciones desarrolladas en el diario liberal “El Nacional” entre el 9 y 29 de marzo de 1876.

“La causa de la crisis económica en el Perú, se centra en la desproporción entre la producción y el consumo, y lo que se recibe del comercio extranjero. Ello se remediará con el trabajo, que permitirá restablecer el equilibrio económico que resultará en la independencia económica del Perú”[1].
Para Copello y Petriconi la teoría del equilibrio se sustenta entre lo que se produce y lo que se consume, entre lo que se exporta e importa y, entre lo que se recibe y gasta; con ello el país no caerá en pobreza. En la práctica la palanca que nivelará el consumo interno y las exportaciones del exterior será el trabajo a nivel de minería, agricultura industria y comercio. Con ello será posible aumentar nuestras exportaciones de guano, salitre, vinos, aguardientes, cascarilla, azúcar, lana, coca, bórax y cuero. No comprar cosas del extranjero, sino producirlas acá, con ello repotenciar e introducir industrias nuevas, todo ello con el apoyo del poder público y de la ley. El sistema proteccionista será necesario, contra el libre cambio para organizar el trabajo nacional.


A) La realidad de nuestra crisis económica

Suspendido el pago de nuestra deuda externa, desaparecido el numerario, obligados los bancos a pagar en papel, suspendido el comercio de importación y el alza de los objetos necesarios para la vida, ¿de dónde deriva esta crisis?.
De los últimos treinta años (1876), a pesar del guano, salitre, ferrocarriles, haciendas, vapores y telégrafos; todos ellos no se aprovecharon en su medida correcta, recurriendo a los préstamos que dan una prosperidad ficticia, agobiando nuestro crédito y recursos fiscales. De nada sirven los ferrocarriles si no hay productos que transportar, no servirán los terrenos si no se trabajan, si se trae mano de obra extranjera que se interesa por el salario y no de los beneficios del campo, si no existe una corriente migratoria culta. Con todo esto será difícil la prosperidad.
Si se sigue pensando que no son útiles nuestras riquezas minerales, agrícolas (azúcar, algodón, aguardientes, por ejemplo); la seguridad legal, las máquinas, los caminos, las haciendas, la pequeña agricultura, el trabajo del indio, los bancos, los créditos populares y se obliga a pagar contribuciones a una clase oprimida la cual carece de vida económica, no se saldrá de esta añeja crisis.

Los autores rechazan la crematística, doctrina que se apoya en el provecho del capitalista, se la acusa de egoísta y mercantil, además de funesta en sus resultados al Estado y en beneficio de todas las clases populares. Profesan la economía política, que se en carga del estudio de la producción de la riqueza social en relación con la justicia, con la conveniencia del estado y con el bienestar de todas las clases beneficiadas con la riqueza.
Si la crematística se jacta de la gigantesca producción y riqueza de Inglaterra, acompañada de la pauperización, miseria y corrupción de las clases agrícolas y obreras, difíciles de remediar con su libertad política, sus colonias, con su inmenso comercio, y caridad legal; la economía política presenta ejemplos de pueblos prósperos basados en la distribución de la riqueza: Francia, Italia, Suiza, Bélgica, Holanda y Estados Unidos.

B) El Perú, su complejidad geográfica y abundante materia prima sin explotar

La riquezas en el territorio peruano son diversas, además del guano; la riqueza minera es variada: minas de carbón de piedra y petróleo, salitre, yodo, bórax; además del mármol, alabastro, yeso, materias calcáreas y loza. El 60% de la población (2.7 millones para 1876[2]) luchaba como campesinos indios en los andes.
La agricultura se encuentra diversificada por la altura, climas y zonas que presenta el territorio peruano. Los departamentos de la frontera oriental, bañados por el río Amazonas y el clima tropical, producen finas maderas, cera vegetal, café, azúcar, tabaco, algodón, cacao, coca, cochinilla, paja para los sombreros, tintes vegetales, todos los cereales y frutos. En el altiplano, intermedio con la banda oriental y los andes, la temperatura es fría y se obtiene trigo, cebada, papa, pastos para el ganado vacuno y lanar, vicuñas y alpacas. Los territorios entre la cordillera y el mar pacífico, a pesar de sus desiertos, presenta valles beneficiados de cierto clima tropical e irrigación, se obtiene de ahí caña de azúcar, maíz, café, arroz, frejoles, garbanzos, trigo, vinos, aguardientes, papa, camote, yuca, alfalfa, además de caballos, ganado vacuno, porcino, sembríos de cáñamo, lino, olivo y la pesca.
Productos que se obtienen en nuestro territorio, que no se explotan, por falta de industria para su elaboración y que se buscan en el extranjero, como el cobre, el plomo, el carbón de piedra, el petróleo, el bórax, el salitre (cuyo manejo por las empresas extranjeras trae pocos benéficos al Estado). Se compran cristales y loza. El guano tiene que hacer frente al expendio del guano artificial, provocando que se cubra en menor grado la deuda externa. No se logra el beneficio de los productos de montaña, por la falta de caminos, el café y la coca son materia prima de Centroamérica, se trae alimento para el ganado, se introduce manteca, papa, maíz, menestras, trigo de Chile y arroz de la India. La lana de carnero, vicuña y alpaca, se exporta porque la única fábrica situada en el Cusco es reducida; azúcares, aguardientes, cueros, algodón, ropa hecha, zapatos, muebles, papel, tintes, perfumerías, conservas, licores, vinos, cigarros, juguetes, máquinas, son recibidos del exterior.
“No hay una importante industria, la importación llega a unos treinta millones de soles al año, y las exportaciones a la mitad, siendo sólo equilibrado con la ganancia del guano”[3].

C) El guano: prosperidad ficticia

Desde 1846 el guano ha sido el principal recurso fiscal, introduciendo una gran cantidad dinero al Estado. Ella se desarrolló en medio de la maduración política de las fuerzas reformistas civiles de Lima –el partido civil de Pardo (1872)-, no por ello la producción industrial aumentó, lo prueban los gastos estatales en guerras externas (la guerra con España de 1866, por ejemplo) e internas; obras públicas, ferrocarriles y artefactos de lujo.
El desbalance cubierto por el guano, es por que, las materias primas no se consumen y se exportan, se traen productos de primera necesidad, lo que genera que no se alimente nuestra industria. Por ello su prosperidad es ficticia, procurando vender nuestras riquezas al exterior, convirtiéndonos en dependientes de la industria foránea, destruyendo nuestra independencia económica y con ello amenazada la independencia política del Perú.
Los beneficios del guano no son invertidos en la industria, sólo se usan para la importación de productos, esto permitía adquirir empréstitos, acabada su hipoteca no hay nada que comprar por que no tenemos con que. El gobierno peruano utilizó el guano para satisfacer las exigencias internas y el comercio exterior. Pero no se entendió que el guano era un paliativo, falseaba la economía, destruye los hábitos de trabajo, dando margen a una deuda inmensa (35 a 40 millones de Libras Esterlinas, durante el inicio de la guerra con Chile, igualada sólo por el imperio otomano)[4].
El guano no podía salvar ni equilibrar nuestra situación económica, por ser agotable y reemplazable por el guano artificial, por el consumo extranjero del salitre y su uso en ciertos terrenos y culturas. Además su exportación debería ser superior a los 80 millones de toneladas, y no las 300 mil que se exportarían, lo que no cubriría las exigencias de la deuda externa.
Además de los innumerables giros de los gobiernos de turno para evitar esta crisis, la transferencia a prominentes comerciantes tras derogar el monopolio de Gibbs sobre la década del sesenta. Los inicios de la república se inicia con el apogeo liberal; entre los 30 y los 40 se desatan la época de los disturbios sociales; entre los 40 y los 50 se registra la presencia de los progresistas en el gobierno; entre el 50 y el 60 se produce la lucha ideológica entre los conservadores y los liberales; entre los 60 y los 70 la época de la conciliación; entre los 70 y los 80 la era de los negocios y la especulación; los 80 esta enmarcado en la guerra con Chile; entre los 90 y 1900 se produce la época de las guerras civiles.
Durante el desarrollo guanero el gobierno de Balta (1869 –1872), entregó el comercio del guano al financista francés Augusto Dreyfus debido a su habilidad para conseguir capitales masivos con rapidez, su éxito radico en multiplicar la deuda externa peruana en diez veces en tres años. El partido civil llegó al poder en 1872, tras ocho gobiernos militares en la década de los sesenta, seguido de pugnas entre civiles y militares; en parte como una reacción nacionalista a la estrategia seguida por Balta y Piérola, pero Pardo siguió atado tanto a Dreyfus como Meiggs en los ferrocarriles. Luego de interceptar el golpe de los Gutiérrez en julio de 1872, los civilistas intentaron pasar hacia delante con amplias reformas administrativas, educativas, militares, democráticas y descentralistas, ante la oposición de la iglesia, el ejército y los conservadores, concentrados en torno al cuadillo Piérola. La sucesión nada inspiradora y de compromiso del general Prado, en 1876, y el cada vez mayor faccionalismo de la élite reveló los límites de la naciente política republicana. Para finales de los setenta el capitalismo comenzaba a infiltrarse en el Perú más profundo.


D) El salitre como reemplazo del guano

Sus beneficios con relación al guano son mayores, el guano no exige industria, ciencia, capitales, ni población trabajadora, el salitre supone todo lo contrario. El guano es agotable, el salitre no. El guano sirve de abono y se suple con el artificial. El salitre sirve para la guerra y su valor social es mayor.
Sería un grave error si se tomase al salitre como renta fiscal o para equilibrar nuestro comercio de consumo. Porque el día que se fabrique salitre más barato en otra parte, cesaría su expendio y su beneficio fiscal.


E) Supuestas alternativas para recuperar nuestra economía

Ante las angustias del pueblo industrial y la paralización comercial, surgen nuevas ideas para salvaguardar la economía: venta de bienes nacionales, bienes de manos muertas, un banco nacional, la posesión nacional de bienes, empréstitos, reducción del presupuesto nacional, aumento de las contribuciones fiscales, etc.
Dentro de ello los empréstitos, no crean recursos, salvan las necesidades ficticias del presente, es un capital que se destruye y que se debe pagar con préstamos del pasado. Lo que interesa saber es si cubrirá nuestro presupuesto y fomentará una nueva industria, o generará el aumento del consumo extranjero e interno.
La reducción del presupuesto, generará el despido de empleados y pensionistas, quedando una gran perturbación social, la cual debe ser orientada a abrir o generar vías para una nueva industria. Esta reducción no influirá sobre comercio extranjero, disminuirá su consumo interno, gracias a la miseria de muchos y no aumentará la producción nacional. Los déficits presupuestarios alcanzaban los ocho millones de Soles únicamente en gastos ordinarios.
El aumento de contribuciones, es una utopía que se quiere traer de Europa sin tener en cuenta, que las condiciones de nuestra economía son distintas. En Europa todo se paga por que todo se produce. Aquí las condiciones agrícolas, manufactureras, industriales y comerciales deber ser estimuladas o aliviadas. Así se gozará de prosperidad, pero esta contribución no equilibrará nuestra economía y si lo hiciera no aumentaría la producción por el contrario la disminuiría, por una falta de producción interna y un alto consumo del comercio extranjero.
La venta de fincas, de bienes de manos muertas y propiedades fondearías, no prosperarían en manos del estado y si en particulares (cuadruplican su venta). Por ejemplo en Europa engendró nuevos intereses y una nueva fuerza a la clase media (eje de la sociedad), no sólo a nivel monetario, sino también moral, a través de un trabajo honrado e intelectual con medios necesarios para educarse e instruirse.
Pero esta enajenación de los bienes materiales no aumentaría el valor de los bienes industriales peruanos, ni cercenaría el comercio exterior.
Del mismo modo un banco nacional, que teniendo el prestigio y poder moral que le da el Estado, se apoyan en valores ficticios e imaginarios, sirve para las transacciones del comercio interno, para el comercio exterior carece de numerario, no tendría letras que girar o pagar al extranjero. Para 1873, la red bancaria se estaba tambaleando, por su falta de liquidez.
Además de lo mencionado como alternativas, para sacar del lastre económico al Perú, surgen variantes más contemporáneas por parte de los autores, para hacer frente a esta crisis: los ferrocarriles y la inmigración.
Con relación a los ferrocarriles, “las vías férreas que en otras partes utilizan la producción, en el Perú la deben provocar”[5]. Aquí se comprometieron todos los recursos y créditos para su construcción, los cuales avasallaron el transporte indio de llamas cargadoras de lana, junto con ello varias fundiciones y tiendas de reparaciones en Lima y el Callao (por ejemplo, las de Straton y White) y con ello las aparición de varios ingenieros conocedores de líneas férreas como Backus y Johnston en Lima.
El encargado de planificar la construcción ferroviaria fue Henry Meiggs, concentrándose en Cusco y Junín fundamentalmente. Para enero de 1876, el Perú incumplió sus pagos con el mercado europeo, los ferrocarriles nacionales se detuvieron después de alcanzar los setecientos kilómetros (dejando a veinte mil obreros por el campo).
Se asegura que los ferrocarriles han generado la crisis económica que se atraviesa, porque sólo se giró en torno a ella, sin fomentar la agricultura y la industria.
Sobre la inmigración se pensó en la asiática para las haciendas de azúcar y algodón, para reemplazar a los negros; en alemanes para Pozuzo, en italianos para Chanchamayo, con el objetivo de provocar producción en las montañas.
Es cierto que sin población no hay productores, ni consumidores de productos, es decir no hay vida económica. Tenemos un gran y rico territorio capaz de todos los productos, pero faltan brazos para cultivarlo, pero otra cosa es abrir los puertos a una población libre que tenga una analogía racial, de idioma, religión o costumbres, que se interese por el orden público y la propiedad privada; a otra muy distinta, compuesta por esclavos contratados para una industria agrícola, diferentes culturalmente a nosotros y teniendo como único estímulo para el trabajo un poco de arroz y el látigo.
La inmigración a traída por las ventajas que ofrece la explotación de nuestro suelo e industria, generarán un comercio productivo para nuestro país.


F) Entre 1846 y 1876 ¿qué cambió?

En conclusión el guano y el salitre no generan los beneficios pensados para el erario fiscal pensado para el Estado. Para entender mejor el proceso de nuestra crisis, los autores proponen remontarse en las causas que provocaron este colapso económico.
En la “Emancipación de la industria“, la polémica antigremial de José Simeón Tejeda en 1852, fue citada por la prensa limeña, en la cual era desvergonzadamente represivo en contra de las restrictivas instituciones gremiales, su influencia e ideas.
Antes de 1846 no había un gran ejército, ni ferrocarriles, telégrafos, bancos, jardines públicos, palacios de la exposición, ni vapores que entre y salgan del Callao, ni grandes haciendas de algodón y azúcar. La minería en 1846 era más floreciente, la producción del XIX de aguardientes y vinos, aunque su calidad haya mejorado, no puede competir con el mercado extranjero. La gran hacienda de finales de siglo, hace que desaparezca la pequeña agricultura de pan llevar. La población indígena en muchos casos ha sido reemplaza por la china, ha disminuido la producción de maíz, papa, camote y frutos, además de la crianza de cerdos; generando todo ello el alza de precios y la importación de trigo, ganado, papa, maíz, arroz, que se podían producir en abundancia en nuestro país.
Se generó comercio, pero se vendieron las materias primas a un miserable precio, adquiriéndose elaborados muchos productos de Europa, para el consumo de nuestra sociedad. Sabiéndose que su producción en el Perú superaría a la extranjera.
Los recursos obtenidos a partir de mediados del siglo XIX en adelante, generó el crecimiento de las aduanas, pero sin alcanzar a pagar nuestro presupuesto. Aumento la población comercial en beneficio de la industria, generándose intereses particulares.
La vida barata que era la de 1846, hoy es carísima, y tenemos “...en Lima el caro de Londres, sin que tengamos los recursos de la rica Inglaterra”[6].
El guano apenas pudo pagar la deuda externa, y no da para el comercio exterior, convirtiéndolo en postizo y al Perú en dependiente económicamente. Debe entenderse que sus benéficos, aliviarán los males del presente, pero no asegura el porvenir.
Los artesanos (aproximadamente veinte mil) empujados y denigrados por el liberalismo oficial de las élites, se vieron retirados de toda actividad política formal. El republicanismo parecía ser una farsa que sólo beneficiaba a los propietarios del dinero.
A mediados de siglo no se oyó mucho de los sumergidos gremios (considerados a mediados de los cincuenta como un obstáculo principal para el cambio económico y moral del país), los maestros tradicionales iban perdiendo el control de los trabajadores y aprendices a medida que el desempleo y un mercado mas fluido en general, acompañaban la expansión demográfica limeña. La abolición de la esclavitud negra en 1854 y el rápido ingreso de artesanos europeos de primera a la ciudad, minaron los gremios tradicionales. Únicamente un puñado de disidentes políticos siguió haciendo propuestas a los artesanos, “el pueblo al poder”, entre ellos Juan Bustamante, diputado por Puno y mártir eventual del bizarro levantamiento campesino de 1867[7]; los hermanos Gálvez; el exiliado Francisco Bilbao de origen chileno.
Los asediados artesanos, se entre mezclaban entre los conflictos entre conservadores y liberales, que incentivaba el choque cultural entre la élite y el pueblo. Los liberales estaban más preocupados con establecer instituciones civiles de élite, que con ampliar la ciudadanía y las oportunidades de las clases inferiores. Los conservadores no estaban interesados en los artesanos republicanos y proteccionistas, parecían abrazar el comercio libre con pocas reservas, cuando pensaban en el comercio, debido a que sin influencia de la ayuda europea y más adelante el aporte divino, el Perú caería en “una barbarie peor a la que hubo antes de la salvación que Pizarro trajera consigo en 1532”[8]. De modo nada casual y en una notable paradoja, los principales caudillos conservadores peruanos resultaron ser más ruidosamente liberales en lo que al comercio se refiere (Echenique y Castilla, Piérola y Pardo).
El renacer de la política artesana (1859 – 1876), se plasmó en una sátira radical La
Zamacueca Política (1858), encabezado por José Lecaros, el cual atrajo a liberales desalentados por el acoso castillista hacia el congreso y unidos tras la causa contra España en 1866, y una parte descontenta de la élite, también participó en ella Ricardo Palma. A través de esta publicación se mostró a los artesanos como una clase media degradada, apoyaba los aranceles, la prohibición de las importaciones, los contratos con los extranjeros, exigía la escuela de artes prometida por Castilla, la reorganización de los gremios, condenó el gobierno castillista por regalar el guano (contrato Gibbs), etc. Su blanco más frecuente fue el militarismo entreguista, al cual se lo culpaba de la incertidumbre económica, los problemas industriales y la crisis del artesanado; y a la oligarquía corrupta tres décadas antes que González Prada, en un estilo similar al nacionalismo obrero.
Castilla no plantaba ningún argumento nuevo en economía, se seguía ciegamente la adoración peruana de los productos extranjeros, que había generado una desigual distribución de la riqueza y el poder, protegida por el militarismo derrochador y egoísta[9].
Sobre los 60 el artesano fue adquiriendo un nuevo significado, era considerado la clave del productivo progreso capitalista, esto se inicio con el regreso de los desterrados liberales (gobierno de San Román 1862, hasta la llegada al del poder civilismo 1872). Los artesanos urbanos constituían un electorado indispensable. Siendo un hito decisivo para su causa, la apertura de la escuela de Artes y Oficios (1864), su misión pedagógica tenía un sesgo antiproteccionista, buscaba abaratar la mano de obra y la capacitación técnica del artesanado; no era una preparación para un futuro industrial, sólo controlar la cuestión social. A pesar de los estímulos ofrecidos para la clase trabajadora en toda esa década y sobre los setentas: 734 talleres manufactureros que emplearon a 6519 artesanos y trabajadores, a pesar del creciente desempleo 34 mil personas (23.4% de la población) sobre 1876[10]. Esto generó un cambio en el artesanado, con la adopción y difusión de máquinas pequeñas, el cual había evitado toda innovación técnica. Estábamos frente a la proletización del artesanado y su evolución en órganos intelectuales como El Artesano (1873), El Obrero (1875 – 1877), y la descentralización de las mismas en Cusco y Arequipa, además de su participación en el periódico civilista El Nacional, además de El Correo del Perú y La Patria. Se estableció en 1871, una improvisada Confederación de Oficios predecesora de la Confederación Sindical de 1878, que fermentó el movimiento obrero posterior a la Guerra con Chile. Además de sus aproximaciones políticas a través del platero Manuel Basurto, quien derrotó por una curul congresal al acaudalado ideólogo liberal, Francisco García Calderón en 1876. Y con ello los artesanos figuraron de manera prominente entre los primeros fundadores del civilismo (1871).
Los historiadores no se ponen de acuerdo en afirmar si la transformación de Pardo como Alcalde o Presidente, reencarnaba un coercitivo clientelismo de la clase obrera, o era un acercamiento más profundo de las cuestiones populares.[11]
Los años setenta muestran un culto a la tecnología y la ciencia civilizadora, además de la promoción de la educación popular y el trabajo como panacea para hacer del Perú una nación. He aquí un giro activista en la noción de élite según la cual las máquina de vapor, por sí sola, impulsaría las revolución técnica y social del Perú.

G) El hombre frente a su geografía

Esta probado por la geografía y la historia que el habitante de una región, es activo y laborioso, indolente o desubicado, según la abundancia o escasez de los productos que le otorgue la naturaleza.
Activo, laborioso y frugal si su terreno es pobre y sin recursos. Es perezoso, holgazán y flojo, si la tierra es rica y abundante. Ejemplos de laboriosidad: Suiza, Holanda, Bélgica, Alemania y Chile; de holgazanería: Argentina, México y Colombia.
Hemos ya dicho ya la variada producción de los valles de la costa, sierra y el altiplano; además de sus climas y culturas, pero a la vez se ha afirmado su mal manejo y su poca utilización. Por ejemplo la explotación agrícola, careció de mano de obra, tras la abolición de la esclavitud, contratando chinos, imaginando vender a Europa y Norteamérica cargamentos de azúcar y algodón, generándose grandes capitales, en desmedro de la pequeña agricultura. Estos productores se llenaron de gastos y deudas, tras no recibir los benéficos esperados. Además su gasto hubiese sido menor si se hubiese considerado el producto nacional y su abundancia se traduciría en población contenta, moral, trabajadora y con salarios baratos y consumiendo y gastando productos nacionales, en rédito de los productos peruano.
Se afirma como la integración económica europea como beneficiosa, y la emancipación económica del Perú como una locura. Pero por el contrario cada nación europea busca su propia independencia económica, no buscan depender de sus colonias, ni rivalizar con otras naciones sobre ciertos productos, buscan crear su propia producción y materia prima en su propio territorio.
Pero los ejemplos de desinterés estatal sobre la industria en todo el Perú son evidentes, el fracaso de la fábrica de papel de Manuel Amunátegui, cuando con un poco de apoyo se podían generar seis. Una sola fábrica de tocuyo, cuando podían ser cincuenta, y la vil venta en contra de los artistas e industrias extranjeros de la lana, cuero, muebles y otros.


H) Alternativas para la protección de la industria peruana

Algunos puntos de vista:

1º Invocar al consumo nacional a cosas que usamos y compramos a gran escala, todo asegurado por la ley.
2º No se pretende mostrar al Perú como un país manufacturero, sino que asuma la defensa del producto nacional frente a la inundación comercial del extranjero.

Estos dos refuerzos, deben complementarse además con otros hechos, como el establecimiento de fabricas de tejido, lana y cueros en nuestro territorio, y con ello un comercio útil con Bolivia, Ecuador y Chile, como ya se lo tiene con Brasil con los sombreros de Moyobamba. Todo ello claro, dependerá de nuestra posición geográfica, el perfeccionamiento de nuestras fábricas y tratados comerciales, que se fijen con nuestros países vecinos. Todo ello en benéfico del trabajo nacional y la emancipación económica del Perú.
Esto se demuestra, porque el Perú produce algodones finísimos, lana (paños, frazadas o ponchos), arroz, azúcar, cáñamo y lino, vendidos al extranjero; y con ello se gasta demasiado en el embarque, flete, comisiones, y otros; esto genera que el industrial que invierte en este producto, gane poco, y pierda lo invertido, haciendo que piense en invertir en otro producto. Pero si se desarrollará acá, no estaría supeditado al comercio extranjero, y su expendio estaría en las fábricas peruanas, sin pérdidas y gastando mucho menos con relación a la exportación europea. Con ello aumentaría su precio y por ende las ganancias de los productores y la industria peruana.
Sabido que bajo este sistema no se logrará el equilibrio económico deseado, es preciso por ello buscar la combinación que nos haga producir más y consumir menos o lo que producimos.
Para ello la organización del trabajo por iniciativa del pueblo es fundamental, a través de compañías, comprometiendo capitales, estudiando proyectos, generando de este modo el éxito de la empresa. Con ello el apoyo del gobierno y el congreso a través de toda una disposición legal a favor de la industria nacional. Pero esto no serviría si el pueblo fuese indolente ante la crisis nacional. Pero en ello surgen muchas contradicciones, porque los liberales simultáneamente necesitaban excluir las asociaciones gremiales voluntarias de su receta progresista.
Además de desaparecer todo movimiento monopolista y social de los gremios, como sucedió en toda América: Colombia (1840 – 1855), en Bolivia (1848 – 1855), en Chile (1855), y las conspiraciones contra el gobierno peruano de Echenique (1854 – 1855). Según Fernando Casos, el vocero liberal más visible de la revolución de 1854, el gobierno no ha fundado una sola escuela, ni un solo taller, ni ha iniciado medio alguno de mejora.


I) Organización del trabajo

“El trabajo establece el equilibrio entre la producción y el consumo, órgano de la emancipación económica del Perú”[12].
Por qué motivo la hipotética “Clase media” encontraba un empleo tan vil y un status civil tan bajo en la sociedad peruana exportadora de mediados del siglo XIX.
Organizarlo hace que se necesiten capitales, hombres especializados en la industria, directores de fábricas, población industrial y moral de ambos sexos, luchando contra la holganazería e inconstancia, no hacerlo es seguir en la inercia, paralización y rutina no sólo social, sino también económica.
Pedro Candamo fue el iniciador de la formación del “espíritu de asociación”, generando el surgimiento de varias empresas en veinte años. El sostenimiento de estas empresas depende de las ganancias, la posición social y capital de la empresa, y con ello también la protección del gobierno y congreso nacional. Esto fue apoyado por un romántico de las asociaciones cívicas, José María Químper en su obra “principio de la libertad”; por el liberal Francisco de Pula Gonzáles Vigil en “Importancia de las asociaciones” e “Importancia de la educación popular” en 1858.[13] Arnaldo Márquez proponía en su obra ”Trabajo” el feminismo en la industria, el empleo de lisiados y la protección de los talleres por parte del Estado.
Pero no se pretende que la industria en el Perú, sea manejada por una sociedad única, lo que se quiere es descentralizarla y democratizarla, formándola en diferentes puntos de la república, apoyado a través de no sólo un núcleo de capitales, socios y administradores, se necesita un estatuto independiente, pero junto con esto el apoyo del congreso a través de leyes que generen préstamos que puedan levantar al país de la postración y generar el fomento de la industria nacional.
Todos estos elementos legales, deben fomentar una industria nueva que pueda asegurar ganancia, pero es también necesario jefes de fábrica inteligentes, hábiles administradores y maestros de Francia, Italia, Inglaterra, Bélgica y Alemania, bien pagados, que se introduzcan en el Perú, para dirigir y crear industria, formando y enseñando, modelos industriales a seguir, es decir dejando escuela industrial.
Todo esto será sostenido, por la organización del trabajo, el cual necesita del pueblo “voluntad, voluntad y voluntad...., más que el dinero”[14]. Esto era refrendado por M. Amézaga por la crítica a la falta de iniciativa del trabajador. Esto sería más llevadero por las materias primas de nuestra tierra, que no tienen los europeos.
Cuando se tenga fe, de que el trabajo es el único modo de moralizar y enriquecer al país, se acabaran las luchas y revueltas sangrientas y las especulaciones políticas. Esa esperanza hará generar nuestra industria, poniendo término a empréstitos humillantes o a las importaciones extranjeras. Se habrá esparcido la abundancia y el bienestar, aumentarán los salarios, se generará inmigración inteligente y moral que dará fuerza a nuestra economía.
La falta de trabajo engendra ociosidad, vicio, miseria, falta de dignidad y crímenes. La organización laboral, es encarrilar al pueblo en el hábito de la moral y la decencia. En la medida que el trabajo se vaya organizando en todas las esferas sociales, los malos hábitos se irán disipando, esto generará seguridad, salarios en abundancia y una vida barata. Con ello una armonía social que evite las injusticias, no sólo con la idea de producir sino también de consumir. En ello contribuyó la apertura de la escuela de Artes y Oficios.
Bajo estas condiciones en referencia a las inmigraciones, no será necesario buscar reemplazos, sino por el contrario, vendrán atraidas por el clima y el suelo, por la bondad del hombre y de la ley, generándose industriales y artistas de toda clase, y su incluirán talleres o industrias existentes en beneficio de la economía del Perú.
El trabajo es el maestro de los artesanos y es necesario que abogue por sus intereses.


J) Protección de la industria nacional por parte del Estado

“La última batalla de los gremios limeños tradicionales fue su campaña de 1849 por imponerle al congreso la Ley de Artesanos: un último llamado en contra de la naciente economía importadora peruana, que fue derrotado por el arancel liberal de 1852. Las agrupaciones de artesanos se sintieron intensamente traicionadas por sus patrones tradicionales y por el sistema político, aun la prosperidad sólo llama a un grupo de poder metálico”[15].
A través de esta frase se demuestra que, de nada servirá la voluntad de introducir nuevas industrias, formar compañías y organizar el trabajo nacional, si estas empresas no tuviesen la protección de la ley y del gobierno que asegure su éxito. Con ello se beneficiaría la producción y el consumo, por ejemplo del tabaco y los vinos. La protección de lo suyo y cercenar al extranjero, es un método que hacen todas las naciones de la tierra.
Con ello mejoran las condiciones económicas, para que los salarios alcancen su medida justa, primero deberán estar a la par de la vida barata que se generaría, por la abundancia de todo. Siempre y cuando vendamos lo que fabricamos en condiciones justas.
Se dice que con esta protección estatal se generaría el contrabando, que sería un robo al erario del Estado, a los negociantes que pagaron impuestos y que convierte en pérdidas las legítimas ganancias que podría tener la industria nacional.
Por ello la necesaria vigilancia de los órganos de control, como las aduanas, como un pago indirecto de lo que se consume y como beneficio para la fábrica, aumentado su producción y competitividad en el mercado.
Dentro de la política de aranceles, gravar de derechos fuertes ciertos productos para que no hagan competencia con la industria nacional, es conseguir que se genere un déficit en las rentas de aduana. Esto provocará la disminución de la importación, pero si se depende de ella, esto será fatal para la economía. Con esto se demuestra que nuestro presupuesto depende de las eventualidades del comercio.
Si a través del guano y el salitre se puede equilibrar, la importación y la exportación, es decir podemos pagar algo de lo que producimos y consumimos, y que por este medio quede un déficit por el proteccionismo estatal de los aranceles a algunos productos, es ahí que este déficit sería llenado con algunos impuestos como por ejemplo el del tabaco, como lo hacen muchos países del mundo.
Pero la realidad nos demuestra que “...las naciones cuyos productos excluimos de nuestro comercio de exportación...., apenas dan una pequeña utilidad, la acción de los compradores extranjeros, sobre nuestros productos será mínima...”[16]. Si se cerrará el mercado europeo a nuestros productos esto no nos dañará, si se subiese el arancel el que lo pagaría sería el europeo. Y si no lo pagaría, la pérdida sería mínima con relación a los beneficios que recibiría nuestra industria, además se lograría que las materias primas exportadas se produzcan acá.
Todas las naciones proponen y aplican la política de su conveniencia. En el caso del Perú, el sistema proteccionista fomenta nuestra industria y la defiende de la extranjera, con la decisión de organizar el trabajo. Es lógico que Europa y Norteamérica no deseen vender, ni comprar productos nacionales por temor a no pagarles, generando la disminución de la importación y la venida de productos europeos, generando su escasez, el aumento de su valor, la depreciación del papel circulante, afectando al comprador y las aduanas. Por eso se insiste que la organización del trabajo y su protección estatal suplirá el comercio extranjero con productos nacionales.
Para llevar a cabo esta protección es necesario crear un ministerio de fomento, quien fomentaría y protegería todos los ramos de la riqueza nacional: minería, agricultura, pastoreo, artes, industria, comercio, navegación, irrigación, migraciones, bienes eriazos, propiedades fondearías, aduanas, sociedad industriales o comerciales y sus gastos. Tendría iniciativa respecto a los proyectos de ley que se presentaría al ejecutivo y al congreso. Su preocupación en la práctica será superior al ministerio de hacienda.
Sus tareas por variadas y difíciles que sean, deben estar acompañadas por un consejo permanente, colaborador y responsable, cuyos integrantes (12) serán hombres notables y elegidos por el gobierno. Este consejo se dividiría en cada rama de la industria, minera, agrícola o ganadera por ejemplo, estudiaría todo lo concerniente a cada uno, ya sea en la presentación de informes y proyectos, los cuales serías discutidos en el ministerio, y este los presentaría al ejecutivo y el congreso. Este aseguraría el fomento de nuestra riqueza bajo un orden legal.
Este trabajo sostenido entre el gobierno y el pueblo generarán recursos, para la construcción de escuelas, mejoramiento del ornato, exposiciones industriales, el arte (dibujo, arquitectura o pintura) y premios para quien proponga como poder utilizar mejor nuestros recursos (sulfato de quinina, amoniaco, yodo, tejidos, loza, aceites, etc). Esto provocará la atención del pueblo en nuestra industria, dándoles a entender que genera prosperidad y abundancia.
Este pequeño crecimiento industrial, estará amparado en un gobierno ilustrado y apoyado por la opinión pública universal. Esto provocará la creación de otro tipo de escuelas como de agricultura, artes y oficios, política y guerra. Generándose a nivel social otro tipo de luchas, como por el trabajo y la riqueza nacional y otro tipo de premios, no sólo el material sino también el reconocimiento de la opinión pública. Por ello una sociedad económica, daría luz al pueblo sobre nuestra riqueza e industria y su posterior exportación, y se enseñarán modelos de industrias extranjeras. La creación de la Caja de Ahorros de Lima por el Alcalde Pardo, tuvo un notable éxito en seguridad social y con los ahorros de los trabajadores. Teniendo como paliativo la funcionalidad de esta práctica en el mundo exterior.
Por eso los autores reafirman esta alianza entre el estado y los industriales, y como consecuencia la creación del ministerio de fomento. Por eso el congreso deberá facilitar a través de un marco legal sostenido su crecimiento. Pero hay que tener mucha atención en las acciones legales a plantearse, porque podrán beneficiar al capitalista productor sin pensar en la población productora (crematística), o mira la riqueza como el producto de la propiedad, el capital y el trabajo, preocupándose en todas las clases sociales para que sea más rica, civilizada e ilustrada (economía política).
Si el Estado ve la moral y lo intelectual antes que la riqueza de un pueblo, se generarán más leyes en benéfico de la independencia económica del Perú.
Si se beneficia legalmente a nivel nacional y local a los agricultores, haciendo que paguen un pequeño impuesto, a quien haga fecundos los terrenos eriazos y estériles, vengan de donde sea, defendiendo sus locaciones o fundos, se generará una prosperidad incalculable.
Por eso el ministerio de fomento debe tener como premisa “leyes restrictivas para el comercio extranjero y liberales para el interno y la independencia nacional”[17]. Evitándose monopolios nacionales y fomentar empréstitos responsables, comprometiendo a todos los poderes públicos en beneficio del erario nacional.
Pero sería un error como se ha dicho, pretender industrializar toda la materia prima surgida en el Perú, sólo se debe invertir en lo provechoso y útil para la economía del capital privado (comprometen su dinero, tiempo y actividad personal), es decir en beneficio de los emprendedores industriales y el Estado.
Se debería invertir en la industrialización del petróleo, carbón de piedra, salitre, yodo, bórax, en minería; el trigo, maíz, papa, camote, caña de azúcar, algodón, industria vinícola, la cerveza, cáñamo, lino, café, olivo, seda, aceites, vinos con respecto a la agricultura; cerdos y su manteca, ganado vacuno y lanar; y otros productos como los licores, cerveza, jabón, sombreros, cigarros, etc. Dejando para más adelante por ejemplo el mármol, el vidrio y los cristales.
“El químico Valentín Dávalos, aseguró que no existe ninguna dificultad económica y científica, que impida fabricar sulfato de quinina y que podría competir con Europa”[18]
El filósofo San Marquino Manuel Amézaga y el inventor José Arnaldo Márquez, revelan las formas y el provecho, de la emergente mecánica popular.[19]
Los bancos hipotecarios deben contribuir con la industria agrícola. Con excesivos intereses generarán la ruina del deudor, creen que ese interés será pagado con la producción del comerciante agrícola. Reducirlo permitirá tranquilizarlos económicamente. El Estado debió haber intervenido con la creación de bancos y pactos en beneficio del agricultor. De lo contrario debe convertirse en mediador y conciliador entre las pretensiones o derechos de industrial y el trabajador.
Esto demostrará para los autores, que la libertad ilimitada no se maneja sin leyes y sin justicia.

K) Efectos inmediatos de realizarse el plan propuesto por los autores

El guano ha cubierto el desbalance económico, desaparecido este, se obliga al mismo comercio a subir el precio de todos sus productos para nivelar esta situación, puede mejorar el presente pero no asegurar el futuro; y con él mucho menos la reducción de presupuesto, venta de bienes nacionales, resolverán este desequilibrio económico.
Se ha dicho ya que el guano es el causante del comercio excesivo de importaciones y su consumo, además de la dependencia económica del Perú frente al comercio exterior. Por ello la necesidad de aprovechar la materia prima de nuestro territorio (productos que convienen producirse) como única fuente de equilibrio entre nuestra importación y consumo, por ello el plan propuesto se sustenta en organizar el trabajo y fomentar la industria nacional protegida por la ley (Congreso, Estado y ministerio de fomento).
Es chocante la diferencia entre lo que se exporta e importa, dado que lo primero es muy inferior con relación a lo que se compra y se puede producir con mucha facilidad en nuestro territorio. Ante este desequilibrio, se presenta la opción de aumentar nuestros productos hasta llegar a la paridad con el consumo del comercio exterior. Pero este rápido aumento es una ilusión. Nadie asegura que la producción aumente vertiginosamente.
El comercio peruano de importación se retirará, por no tener con que pagarlo, esto generará que los productos escaseen o aumenten de precio, porque el negociante tiene que nivelar el precio con la depreciación de los billetes o subida del cambio de las letras. Pero aunque parezca contradictorio, ello generará que hagamos nuestros propios productos, por la falta de ellos y generar nuestra propia industria.
El equilibrio podrá formarse disminuyendo nuestro comercio de importación, es decir supliendo con nuestra industria y trabajo las cosas que no se pueden comprar en el extranjero. De este modo la producción sería barata, abundante y de provecho económico para nuestro país.
Es cierto que la dificultad en la organización del trabajo se haría presente, faltan hombres capacitados para la variedad de industrias existentes y también los beneficios de la importación en aduanas. Será importante también que se quiten los obstáculos legales que impidan su crecimiento, generando sociedades industriales, capital necesario y personal que trabaje. Con esto los núcleos de producción industrial crecerán en la medida que crezca la industria, que poco a poco serán consumidas por otras industrias y por la población trabajadora que sentirá los benéficos del trabajo, y por ende de los salarios. Esto permitirá contribuir con los gastos públicos del Estado: escuelas, iglesias, hospitales, caminos, puentes, etc.
El paso de nuestra producción será lento y no improvisada, pero seguro con buena voluntad e inteligencia de los poderes públicos y clases industriales. Sus frutos serán en dos o tres años. No se trata de hostilizar la industria extranjera, sino de generar mayor riqueza y bienestar. Lo que permitirá que comerciemos con Bolivia, Chile, Ecuador y Brasil, dada su posición geográfica, además de ser barato y bueno.
Si se establece una armonía entre lo que el Perú exporta (diez a doce millones en valores) e importa, se producirá una prosperidad en todas las clases sociales, generando una mayor contribución municipal y aduanera. Con ello el trabajo de nuestra materia prima, cuyo benéfico será mayor al de un empréstito, depósito guanero o hallazgo minero, y su venta al exterior en condiciones más libres y ventajosas para el Perú.
Pero el incumplimiento por parte del Estado en proteger la industria y el trabajador, generaría como dice el filósofo Amézaga un problema social de gran envergadura, dado el crecimiento intelectual de los artesanos entre 1840 y 1880.

L) La inmigración libre

Se ensayaron tres formas de migración:
· La primera libre y de ciudadanos de todas las naciones.
· La segunda de asiáticos (50 mil contratados) destinados al trabajo en haciendas para suplir la desaparición del trabajo negro, en los australes nitratos de Atacama y en algunas ocupaciones de Lima.
· Y la tercera de italianos y alemanes colocados en el oriente, región aislada comercial y socialmente de los centros de producción.

El trabajo chino se dio en todo tipo de industria, como sirvientes y cocineros, etc. La emancipación del esclavo negro, es un bien pero sin preparación y método, obligará a los propietarios de tierras a buscar brazos para el trabajo hacendario.
La migración libre y espontánea ofrece muchas ventajas con relación a la esclava, que generó gastos al erario nacional. Esta migración libre provenía de Inglaterra, Francia, Italia, España, Portugal, Argentina, etc.; que además de su inteligencia, venían con sus industrias y capitales. Vinieron personas de las ciencias y de las artes, artistas y maestros, que se identificaron con los intereses del país, con sus angustias y honras. Esta migración ha sido espontánea, atraída por las ventajas económicas de nuestra industria, que les permitía mejorar su fortuna. Esto quiere decir, que si las condiciones políticas y económicas ofrecieran garantías legales a la inversión de esta migración en nuestro país, nuestro proceso comercial se transformaría, a partir de que no se buscarían migrantes, por el contrario ellos nos buscarían.
Con ello se requiere una población que trabaje, gane y gaste, para que sea la verdadera fuerza del estado. Que genere los recursos que faciliten la migración libre y espontánea a que invierta, no la de pobres peones, sino la que se arraigue con el destino y fortuna del país, generando sociedades industriales que permitan el trabajo de mucha población que se encuentra en la pobreza y en el vicio, provocando no sólo bienestar económico para el trabajador, sino también moral; que se sienta honrado y habituado a la puntualidad y el orden gracias al trabajo.


LL) La modernidad y la instrucción pública

La clase media tiene los recursos para educar a sus hijos, se centran sobre la carrera de ciencias en vez de las artes. Estas ciencias son el sacerdocio, la medicina y la jurisprudencia. Pero la sociedad se avoca sobre la agricultura, comercio, marina, industria, administración, pública o municipal, ferrocarriles, gas, etc.
Es evidente que los medios de instrucción que el Estado brinda, no están en armonía con lo que necesitan las sociedades modernas. En efecto, la física, química y mecánica han contribuido a la industria, y sin embargo se enseña medicina y farmacia. Los que están insertos en la agricultura, comercio, industria, administración de bancos o empresas deben aprender economía, más que los abogados. La carrera del arquitecto o el ingeniero es de gran importancia en el Perú, no sólo en arquitectura civil sino también la hidráulica, para las minas, caminos y cualquier obra pública. Sin embargo no hay carrera por falta de escuelas y los que salen instruidos no la tienen, si faltan talleres que los ocupen en los diferentes oficios que han aprendido. Los egresados de la escuela, provenientes sobre todo de escuelas indigentes, carecían del capital necesario para abrir sus propios talleres.
Sin embargo a pesar de las desventajas, esto hará que se abran otras carreras sociales y se cultiven las artes; aparecerán fábricas de destilación, velas, jabón, medicina, minas, etc.; se enseñará farmacia y otras actividades. Es decir tendrá que modificarse el plan de instrucción pública, porque no sólo brindará lujo, sino también prestigio social y científico.

M) Conclusiones

Hemos reconocido que la crisis comercial no sólo deriva de la desproporción entre las importaciones y expotaciones, sino fundamentalmente del desequilibrio entre la producción general y el consumo del comercio extranjero, y cuyo déficit ha sido cubierto por el guano.
El guano absorbido por la deuda externa, genera una falta de recursos, y con ello la escasez y subida de los precios, la suspensión del comercio exterior y por ello una profunda crisis comercial. Junto con el guano, el salitre, el algodón o el azúcar generan más gastos que entradas, por la falta de una industria nacional y complementos necesarios para su traslado del enclave productor al centro exportador.
Se ha demostrado que la reducción de presupuesto, venta de bienes, empréstitos, contribuciones, etc; son impracticables porque no aumentan la producción, ni disminuyen nuestros consumos, por el contrario endeuda al Estado y los comerciantes.
El Perú no se puede cerrar ante el comercio extranjero, pero tenemos con que producir lo que tanto compramos, con nuestros propios recursos y con una buena industria. Además se propone aumentar o crear la producción de los artículos que necesitamos para vivir, y para nuestro propio mercado, comprando menos a la industria extranjera. El Perú debe producir lo que más urge para sus necesidades (combustibles, alimentos y vestido), y lo puede hacer con los recursos que tiene a la mano, y con ello importarlo al mercado extranjero.
Todo esto habrá de apoyarse en la organización del trabajo nacional por iniciativa y voluntad de las clases industriales o el pueblo y, proteger el trabajo a través de los poderes públicos y la ley, a través de la creación de un ministerio de fomento.
Dentro de las iniciativas del pueblo industrial, se aprecia las sociedades económicas, destinadas a fomentar la industria de modo moral y científico, y las sociedades industriales en modo práctico y directo.
Queda a los hombres que rigen este país el camino de la inercia o el programa del trabajo y con él la previsión, esperanza, voluntad, buenas leyes y principios, en beneficio no sólo del presente, sino del porvenir de la nación. Lo contrario a ello causará pobreza, desesperanza y parálisis económica.
Que se incentive la libertad y la justicia entre el capital y el trabajador. Que se acepte la migración libre y espontánea, atrayéndola con sus capitales e industrias. Todo ello generará prosperidad material y por consiguiente orden público, moral y científico.
Además se acepta la política proteccionista del Estado sobre la industria nacional, frente al comercio extranjero como único objetivo de obtener ganancias, sin impedir del todo que la industria extranjera penetre nuestro mercado, pero con verdaderos aranceles aduaneros y de residencia. Hay ejemplos que demuestran esto último: Estados Unidos y Francia.
Todo esto tiene como premisa la INDEPENDENCIA ECONÓMICA DEL PERÚ, tanto como su INDEPENDENCIA POLÍTICA.


4. ANÁLISIS DE PAUL GOOTEMBERG A LA OBRA “INDEPENDENCIA ECONÓMICA DEL PERÚ” (1876) DE JUAN COPELLO Y LUIS PETRICONI.

Este libro desató una extensa crítica nacionalista del pasajero boom guanero y su prosperidad falaz y, un plan persuasivo sobre el futuro de la industria peruana. Deja a la élite exportadora civil inexorablemente, como la causante de la catástrofe nacional de fines de los setentas; muestra un reflejo directo de la realidad del colapso comercial y fiscal años antes de la guerra del pacífico; y la señal sociológica de la naciente clase media inmigrante del Perú.
Su obra muestra su génesis en medio de las emergentes movilizaciones nacionalistas y populares de Lima, siguen los ideales pardistas del civilismo (un estado liberal más firme, la diversificación nacional, la productividad popular y la industrialización imaginada), además de publicar estos artículos en el diario oficial del civilismo El Nacional. Incluso Juan Copello conocía personalmente a Pardo, habiendo trabajado bajo su dirección como médico en jefe del principal orfanato municipal, durante su gobierno en la beneficencia de Lima.
Para Copello y Petriconi, se admitía con firmeza el valor de las nuevas exportaciones como los nitratos y el azúcar, y relacionaba sus posibilidades con la desvaneciente experiencia guanera.
El programa pardista, enfatizó la estabilización de corto plazo: brechas presupuestales, fuentes de créditos, recaudación de impuestos y confianza bancaria; cada una de ellas con la oposición de los hacendados que se resistían a los impuestos de exportación, a banqueros que bloqueaban las restricciones de la emisión y circulante unitario, o acreedores extranjeros que protestaban por la exportación de nitratos, el incumplimiento de bonos y los nuevos contratos guaneros. Sus objetivos a mediano plazo, eran la descentralización fiscal y administrativa, una burocracia remozada y moderna, la expansión educativa, los cortes militares, la decidida acción del estado en economía, pesar de la oposición de la iglesia, los conservadores y pierolistas. Y a largo plazo, la educación nacional y la renovación técnica, una mayor participación de la ciudadanía y las comunicaciones a nivel integrador. Incluso en medidas rudimentarias como plazos presupuestarios, rentas arancelarias, controles bancarios, tuvieron que hacer frente a una intransigente oposición del congreso; además de 36 levantamientos con el intento de desestabilizar su gobierno.
En este caos el proyecto de Copello y Petriconi, marca un intento preparado desde el interior de la cultura civilista, por reformular una base social estable para el régimen. Su intención era sacar al pueblo y los poderes públicos, de la inercia y conducirlos al trabajo, diseñada sobre la restauración de los compromisos a largo plazo. Este programa giraba en torno a una mediadora clase media, la inclusión de los pequeños propietarios y la activista participación del Estado.
Los autores logran mostrar la colapsante economía peruana y las crecientes tensiones sociales. Afirmaron que el Perú ya no podía importar todo, sumado a la caída de las ventas del guano a Gran Bretaña entre 1865 y 1875, y su agotamiento a penas compensado por las exportaciones de nitrato y azúcar. En 1875 luego de insustanciales créditos financieros y una creciente incertidumbre en los mercados financieros locales, se suspendió el pago de la deuda. Quebró el Banco Nacional del Perú, los banqueros retiraron préstamos a los comerciantes y hacendados, paralizando los cultivos e inversiones; se paralizó la construcción de ferrocarriles; miles de trabajadores peruanos de las abandonadas obras públicas y las milicias inundaron Lima, incrementando así la tensión en la ciudad. La caída de las importaciones se hizo sentir en los sectores acomodados en un más de 60% entre 1870 y 1876.
Otro proceso que impresionaba a Copello y Petriconi era el “micro-industrialismo” limeño, que sugería una alternativa palpable a los déficits importadores. A pesar de la caída vertiginosa del billete fiscal y el metálico, aunque inadvertidamente, se encontraban frente a la posibilidad de obtener ganancias a través de la sustitución de las importaciones. Los pequeños talleres mecanizados se expandieron a toda velocidad y los fabricantes entraron rápidamente a los registros fiscales. Un círculo de nuevas fábricas apareció: cerveza, algodón, cristal, velas, jabón, cigarros, velas, helados, gaseosas, maquinarias, materiales de construcción, fideos, construcciones de todo tipo y alimentos. Además de tiendas de artesanos, a finales de los setenta Lima tenía 20 o más fábricas, una sociedad industrial de ahorros ofreciendo 200 mil soles en pequeñas acciones.
Además de la fábrica textil de Vitarte de Carlos López Aldana, la de papel del Comercio de Manuel Amunátegui, la del industrial cusqueño Francisco Garmendia, la de tabaco e impresión de José Cohen y que más trabajadores empleaba. Jacob Backus y J. Howard Johnston, dos ingenieros de Meiggs, abrieron fábricas de hielos y gaseosas, después de la cervecería establecida antes de 1879.
Estos éxitos, deben haber inspirado la fe de la naciente industria peruana, a pesar de los fracasos de generaciones anteriores que habían paralizado el industrialismo de la élite. Manuel Gonzáles Prada abrió un fábrica de almidón, y le fue muy bien hasta la guerra con Chile. El crecimiento industrial se mostraba hasta en los anuncios periodísticos, se hacía mención a las “exhibiciones nacionales”, reemplazando a los productos de Londres o París.
Esto se vio cimentado con el aumento de los aranceles en un 5% por parte del gobierno de Pardo, a los productos extranjeros, incentivando que se bajen el precio de algunos productos como los cigarros de Cohen, ante el arancel, o el apoyo nacionalista del empresario de velas, jabones y ácido sulfúrico Emilio Prugue.
Las fábricas pioneras de los años sesenta y setenta, no fueron fundadas por la sociedad limeña, todos ellos eran migrantes europeos urbanos, que coparon rápidamente la capa superior de la pequeña vida comercial de Lima: Rosello, Vignolo, Prugue, Ravettino, Chiappi, Suito, Risi, Zolezzi, Kieffer, Pouchon, Freund, Schmitt, etc. Para 1873, tan sólo italianos poseían 450 pequeñas empresas en Lima y callao, dando trabajo a 10 mil personas.
Es claro que Copello y Petriconi, tuvieran aquí cierta afinidad, Copello fue miembro de la sociedad italiana de beneficencia y asistencia de Lima (1862), y apoyó médicamente a más de 7 mil italianos. No sorprende por ello que promocionasen la inmigración voluntaria de blancos capacitados, mejorando el industrialismo en el Perú, los migrantes serían más. Tan obsesionados estaban con el talento europeo, que no se dieron cuenta que el Perú era un país andino, y que giraría después de la guerra con Chile.
Por ello su coincidencia con el ala pardista: la realización de la clase media, la oposición a los coolíes, la búsqueda de artesanos calificados de origen europeo. Pero la inmigración fue un fenómeno urbano, generando desempleo a los recién llegados.
Los autores estuvieron alejados de la clase artesana del Perú, su propuesta estaba impregnada con la ideología de los pequeños propietarios, principalmente la de Sismondi[20].
Adoptaron un lenguaje popular, pero conservando aún un sesgo contra el proteccionismo y la capacidad de los gremios. Colocaron a la clase media en el punto medio del programa unificador, que capturase por lo menos a la ciudadanía criolla.
Pusieron de cabeza el gastado discurso liberal: en el Perú lo que había sido artificial era el crecimiento comercial, no las manufacturas. Su programa parte de la estabilización estructural, de las industrias nacientes, y del proteccionismo como transformación productiva, social, y democrática del Perú.
A partir de 1846 los autores muestran su propia experiencia, en donde el guano tuvo un papel importante, se ilustran los desequilibrios comerciales, alimentados por la dependencia guanera, la importación de manufacturas y las finanzas extranjeras; dando a Lima un crecimiento comercial ficticio, en donde las provincias ni se asomaban en el beneficio de esta irrealidad económica. Un punto estaba claro, la colapsante capacidad exportadora ya no podía seguir sosteniendo un sistema semejante. La producción debía crecer radicalmente y el consumo de ultramar disminuir.
Para los autores ninguna de las ansiadas mejoras o recursos de la país eran inútiles, sino se incluía al pueblo en el trabajo y el progreso, para generar prosperidad y dejar la opresión. La pérdida de la capacidad manufacturera peruana fue más un lamento nacionalista que un lema antiimperialista.
Se habla de la “oportunidad perdida”, se muestran lecciones de cómo organizar la industria, pero se habla poco de los gremios y artesanos, sólo para considerarlos con malos hábitos, sin pensar en los años de subempleo, descuido oficial y condescendencia por parte de la élite. Señalaron que estos hábitos desaparecerían con el fomento de la industria a nivel laboral, y su crecimiento a partir de la protección y fomento del Estado.
Copello y Petriconi siguen escépticos de las variantes propuestas, desde el proyecto del banco nacional hasta la descentralización fiscal, nada de esto salvaría al Perú del desastre. Por el contrario lo convirtieron en –el caso de los ferrocarriles- de rodillas en términos financieros. El planteamiento de estos personajes era un “fundamentalismo retrospectivo”[21].
Para Copello y Petriconi, la promoción de la industria no era algo deducido de un dogma, sino una conclusión llegada después de un profundo análisis. Se cimenta en tres ejes: la organización del trabajo, una evaluación crítica de la industria posible y proteccionismo abierto. Estos elementos tienen antecedentes, históricos en la obra de Luis Benjamín Cisneros, pero sus rivalidades liberales, obviaron su mención.
Pero ellos no podían pasar por alto los defectos conocidos del proteccionismo indiscriminado: contrabando, inflación, aumento del costo de la mano de obra, préstamos públicos, represalias del comercio exterior y así sucesivamente; así como lo beneficioso de los aranceles ante el colapso económico. Pero solos no bastaban, se incluían medidas incentivadoras, técnicas y migratorias.
Ellos debían convencer las ventajas necesarias de los recursos escondidos y que era la única forma de hacerle frente a una crisis que era, ya real; porque se había incumplido sus pagos y había sido privado del crédito extranjero. Por ello la necesidad de un régimen proteccionista. Sin embargo estas condiciones de depresión son las mismas que impiden el éxito de los proteccionismo. El consumo peruano ya estaba comprimido. Pero los autores compartían la idea que la industrialización provocaría una rápida expansión con pocos canjes dolorosos de largo plazo, del tipo que los políticos no querían arriesgar.
No se deja de lado la protección agraria, aunque no se menciona grandemente al campesino peruano. Muchas de sus medidas culturales, eran el clamor del civilismo: sociedades económicas, empresas científicas, la implantación de un periódico de la industria peruana, etc. Su propuesta más novedosa fue el ministerio de fomento, como especie de coordinador de las actividades económicas complementarias, como un intermediario entre las clases industriales y el poder ejecutivo que proponía las leyes de fomento.
Para Copello y Petriconi un proteccionismo inteligente debía desarrollar un mercado interno que proteger, rechazando la coerción, monopolio o concesión. En donde se introducían industrias fáciles de realizar, con provecho de la materia prima y los producción de lo más urgente. Pero esta selectividad no sólo a nivel de materias primas, sino también zonas rurales, era un pedido de reformadores peruanos de los cuarenta. Pero fueron los primeros en incluir a un fortalecido sector artesanal como uno de los pilares de su programa. Sus ideas se hacían eco en la nueva política urbana, las artes vocacionales y los pedidos de productividad del pueblo. Pero su crítica a los gremios se centra en las derrochadoras artesanías de lujo y su renovación moral.
Copello y Petriconi desarrollaron un “pacto social” en donde inversionistas, artesanos e inmigrantes urbanos todavía podían integrarse de manera activa. Así generarían bienestar social para todos.
Su estudio reflejaba un rechazo a los proyectos de gran escala y la marginación de los proyectos expansivos, esto es, la mentalidad de un hacendado. Esto descansaba sobre la actividad descentralizada de las “sociedades industriales” democráticas, modeladas sobre los experimentos italianos, a ser formados en cada región del Perú.
Para concluir Copello Y Petriconi, señalan la importancia de que el pueblo organice su trabajo dándoles un papel en el desarrollo renovador, este era el equivalente social del régimen civilista. Enumeraban una gama de “naciones bien gobernadas”, desde los republicanos Estados Unidos hasta el desarrollo económico de Europa. Pero por encima de todo se hallaba el principio del “trabajo honrado”, como verdadera riqueza. El equilibrio económico se lograría si se adaptase “el programa de trabajo humano”, generando prosperidad y poder.
Pero que el Perú jamás lo logró. Apenas se podían hacer frente a las opciones comerciales, se siguieron discutiendo temas anticuados como los controles bancarios y los impuestos a las exportaciones, siguieron las luchas ideológicas entre los pradistas, pardistas y pierolistas mientras la economía exportadora se hundía, y con ello el desastre de la guerra con Chile. Pero al menos se desató una corriente de pensamiento, alternativa y original sobre el guano y otras cosas.



BIBLIOGRAFÍA

- “Estudios sobre la independencia económica del Perú (1876)”. De Juan Copello y Luis Petriconi. Imprenta de “El melchormalo” (1876). Serie de la biblioteca peruana de historia económica / dir. Pablo Macera, Lima (1971).
- “Historia de la república del Perú, 1822 – 1899”. De Jorge Basadre. Lima 1939.
- “Imaginar el desarrollo. Las ideas económicas en el Perú post colonial”. De Paul Gootemberg. Traducción de Javier Flores Espinoza. IEP 1998.
- Diccionario Histórico y Biográfico del Perú. Siglos XV-XX. Editorial Milla Batres. Tomo III. Lima 1986.
- Revista del Instituto del Investigaciones Sociales 2002. Finanzas en el Perú 1895 – 1914. De Alejandro Reyes Flores. Ed. UNMSM.
- “La huella italiana en el Perú”. Zanutelli Rosas, Manuel. Fondo del Instituto Cultural Italo – Peruano. 2001.
- www.italians-world.org/altreitalie/16_saggic.htm-bibliografhy. Artículo de Giovanni Bonfiglio “La presenza italiana en Pirú, una prospettiva storica”. Este artículo ha sido traducido del italiano al español por el que suscribe el trabajo.
- www.eumed.net/cursecon/dic/bzm/sismondi

1 "Estudios sobre la independencia económica del Perú”. Capítulo I, carta de Pradier Foderé.
[2] “Imaginar el desarrollo. Las ideas económicas en el Perú post colonial”. Paul Gootemberg. Capítulo 5 El retorno del industrialismo popular, Copello y Petriconi, la década de 1870.

[3] “Estudios sobre la independencia económica del Perú”. Capítulo II.
[4] “Imaginar el desarrollo. Las ideas económicas en el Perú post colonial”. Paul Gootemberg. Capítulo 5.
[5] “Estudios sobre la independencia económica del Perú”, Capítulo VIII.
[6] “Estudios sobre la independencia económica del Perú”, Capítulo IX.

[7] “Imaginar el desarrollo. Las ideas económicas en el Perú post colonial”. Paul Gootemberg. Capítulo 5.
[8] Ibid. Capítulo 5.

[9] Ibid. Capítulo 5.
[10] Ibid. Capítulo 5.

[11] Ibid. Capítulo 5.
[12] “Estudios sobre la independencia económica del Perú”, Capítulo XVI.
[13] “Imaginar el desarrollo. Las ideas económicas en el Perú post colonial”. Paul Gootemberg. Capítulo 5.
[14] “Estudios sobre la independencia económica del Perú”, Capítulo XVIII.
[15] Ibid. Capítulo 5.

[16] “Estudios sobre la independencia económica del Perú”, Capítulo XXVII.
[17] “Estudios sobre la independencia económica del Perú”, Capítulo XXXIV.

[18] Ibid. Capítulo XXXIX

[20] SISMONDI, LEONARD SIMONDE DE (1773—1842):
Economista suizo, fundador de la economía política pequeño burguesa. En su principal obra “Nuevos principios de economía política, o de la riqueza en sus relaciones con la población” (1819), critica el capitalismo y la escuela clásica (Smith y, sobre todo, Ricardo) en defensa de la pequeña producción. Sismondi veía las fallas del capitalismo y las puso de manifiesto brillantemente: creciente depauperación de los trabajadores, desplazamiento de los trabajadores por las máquinas, retraso del consumo respecto a la producción, inevitabilidad de las crisis económicas. Sin embargo, se limitó a describir las manifestaciones externas de las contradicciones capitalistas sin comprender su esencia ni la del capitalismo en su conjunto. Veía la superación de tales contradicciones en la vuelta a la pequeña producción con ayuda del Estado burgués, lo cual era utópico y reaccionario; no se daba cuenta de que la pequeña producción engendra inevitablemente el capitalismo. Sismondi exigía poner freno a las fuerzas económicas espontáneas y limitar el crecimiento de la técnica, era partidario de la reglamentación gremial de la producción y defendía el proteccionismo. Compartiendo el “dogma de Smith”, Sismondi infirió de él la conclusión de que es imposible realizar la plusvalía sin los mercados exteriores. Los populistas liberales rusos hicieron suyo por completo el sistema de concepciones de este economista suizo. Las ideas de Sismondi figuraban en la base del programa de los populistas liberales rusos acerca de la vía especial, no capitalista, de desarrollo para Rusia. Lenin, en su trabajo “Para una caracterización del romanticismo económico (Sismondi y nuestros sismondistas nacionales)” criticó dichas concepciones.
[21] “Imaginar el desarrollo. Las ideas económicas en el Perú post colonial”. Paul Gootemberg. Capítulo 5.

1 Comments:

At 7:57 p. m., Anonymous Anónimo said...

esta wa e mui larga wm
me a paja leerla no se k wa leer ni una mierda es peor k esto wm son una caga!!

 

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